¡Feliz año 2019!

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Hola… Es normal que al finalizar el año hagamos un recuento de lo vivido y nos proyectemos hacia aquello que, en el próximo y cercano año, quisiéramos conquistar.

La historia que me contaron viene desde muchos años atrás y se refiere a la experiencia vivida por un monje que todos consideraban un santo; sin embargo, había un dato intrigante que la gente no podía entender y era que los viernes, al medio día, el monje desaparecía del convento y se iba a un lugar desconocido y no regresaba hasta el lunes, al amanecer.

Conociendo a este hombre santo nadie dudaba de su vida, más aún, pensaban que durante los fines de semana iba a hablar con Dios; por supuesto que ello solo se podía dar en el cielo, que era lo que pensaban los del pueblo.

No obstante, para salir de toda duda, pidieron a un joven del poblado que lo siguiera sigilosamente de viernes a lunes y que viéndolo pudiera constatar el lugar a donde iba el monje. Y así sucedió, al mediodía del viernes el monje salió del convento y tras de él, oculto, iba el joven “investigador”. Caminaron por espacio de dos horas y en un lugar despoblado e inhóspito el monje se quitaba el hábito y se vestía de un humilde campesino. A una media hora de este lugar -ya vestido de campesino- el monje entraba a una cabaña, el espía le descubrió que cuidaba de una mujer anciana y paralítica; posteriormente, limpió la casa, lavó la ropa, cortó la leña, hizo todo lo suficiente para que, en los siguientes días hasta su regreso, no le faltara nada a dicha señora.

El espía regresó inmediatamente al pueblo y todos le preguntaron: ¿Viste subir al monje al cielo? No, respondió el espía, le vi subir mucho más alto.

Como dijo el poeta César Vallejo en esa memorable frase: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Desde esta proposición me atrevería a pedir a quienes generosamente comparten esta columna, un construir -en este año 2019- una historia silenciosa, pero efectiva, donde donando lo mejor de nosotros nos sintamos comprometidos con los más necesitados.

Desde estas líneas, hechas con las más sinceras emociones, deseo para cada uno de ustedes un FELIZ AÑO 2019.

“Vive intensamente el presente; los que viven aferrados al pasado ya murieron; y los que viven soñando con el futuro aún no han nacido”

Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

P. Pablo Larrán García, OSA.
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